Algunas veces es difícil conciliar dos de mis más grandes pasiones: los libros y el animé o el animé y los libros, para que ninguno se ponga celoso. Digo difícil porque hay que repartir el tiempo de ocio (sí, ocio). Y es difícil porque no es compatible ver animé con leer. Sí sería compatible leer con escuchar música, o ver animé comiendo galletitas. Pero no puedo ver-y-leer animé y leer libros al mismo tiempo, todo está subtitulado.
Por si no atraparon la referencia.
Pero no todo es oscuro por acá. Este año, si bien estoy viendo poco animé, logré organizarme lo suficiente como para leer bastante más de lo esperado. Y entre lo que pude leer, metí varios libros japoneses (alguno en inglés, alguno en español, ninguno en japonés aún). Entre ellos, hubo uno que, además de darme una visión algo más profunda de un japonés conservador de hace casi un siglo, me reveló un misterio de la adolescencia. Un misterio que no sabía que fuera misterio, pero que alguna neurona de mi cerebro sospechaba tenía alguna relación que desconocía. Hasta ahora. Y sí, tiene que ver con animé. Habrá spoilers.
Por allá en el 2.000, se estrenó por Locomotion la serie Saber Marionette J. Una de las primeras series que vi de animé por la TV y que supe que era animé esta historia ya la conté. Digamos que, con Evangelion, fueron las culpables de todo mi lío cerebral. Más allá de eso, la serie tiene muchos aspectos que cualquier japonés podría captar al toque. Una chica de 12 años, argentina, perdió seguro más de 2/3 de las referencias. Mientras leía El elogio de la sombras, de Junichiro Tanizaki, 16 años después, me di cuenta. Finalmente.
En la serie había dos personajes, comienzan como marionetas guardianas, y terminan siendo unas personas metidas ahí para no morir. Se llamaban Baiko y Tamasaburo. Así, a secas.
Tamasaburo (izq) y Baiko (der)
La cosa es que, si uno no sabe nada de nada, son nombres comunes y ya. Pero no. Nombrados en el ensayo de Tanizaki, me di cuenta que no son nombres inocentes. Está totalmente hecho a propósito. ¿Por qué? Las marionetas son, por forma, mujeres; las dos personas a las que inmortalizan, son hombres. Y estos dos nombres que tienen, son de dos famosos onnagata kabuki de la época del autor: Bando Tamasaburo IV y Onoe Baiko VI.
Listo. Saquen el pollo.